Este departamento nace del deseo de una joven profesionista por tener un espacio propio, íntimo y lleno de posibilidades. Un lugar que no solo acompañe su presente, sino que inspire su futuro. Ubicado en el tercer nivel de una propiedad familiar, este proyecto supo aprovechar con sensibilidad las bondades naturales del sitio: al poniente, la imponente silueta del Volcán de Colima; al norte, la quietud de la Laguna de Zapotlán; y al oriente, el verde incesante de la montaña.

El diseño partió de una premisa clara: espacios funcionales que no renuncien a la amplitud visual ni a la armonía. Se respetó el sistema estructural existente, haciendo uso estratégico de los recursos constructivos para evitar refuerzos innecesarios y lograr una intervención ligera, eficiente y económicamente accesible. Así, el proyecto se adapta al edificio sin imponerle cargas adicionales, demostrando que el buen diseño también es responsabilidad estructural.

Los interiores hablan un lenguaje sobrio y elegante, en tonos neutros, claros y limpios que amplifican la luz y el espacio. Como centro de todo, símbolo de convivencia y creatividad, la cocina: corazón del departamento, punto de encuentro y alma del hogar.

Este proyecto es la prueba de que los sueños no esperan a que todo esté perfecto para comenzar, sino que se construyen desde lo que ya se tiene, con visión, pasión y diseño inteligente.